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Bienvenidos, amigas y amigos que buscan caminos en la Teología... este blog propondrá opiniones, y métodos teológicos desde diversos enfoques carismas y experiencias particulares que podrían iluminar nuestro trabajo teológico. Estas reflexiones provienen de jóvenes religios@s y laicos que se encuentran en camino de formación, en estudios en el Instituto Superior de Estudios Teológicos "Juan XXIII" de Lima, Perú.

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En el Corazón de María

Mg. César Palomino Castro (docente)

lunes, 5 de julio de 2010

LA PROSTITUCIÓN

Uno de los fenómenos sociales que a lo largo de nuestra historia se ha vivido y sigue siendo un fenómeno social humano, es la “prostitución”, el cual tiene una honda repercusión en los ámbitos sociales. En ella confluyen aspectos de orden económico, social, psicológicos, personales. En la gran mayoría de los casos no existe "la razón" que explique satisfactoriamente por qué unas personas se prostituyen y otras demandan el servicio.

Hoy en día, no sólo la mujer es quien ejerce la prostitución, pero cuando es ella la “prostituta” recae el estigma social de manera muy fuerte, pues es el centro del escándalo, la discriminación y la responsabilidad de los males. Es señalada y acusada desde todos los ámbitos sociales: desde la justicia es siempre sospechosa, en relación a la salud pública es un agente que transmite enfermedades, respecto de la moral pública es el centro de la perversión y, desde el punto de vista social, ella es objeto de necesaria rehabilitación.

Siguiendo a María José Capellán, de la escuela de Trabajo Social de Gijón, se considera el trabajo sexual como algo estigmatizado, ya que si hay algo que todas estas mujeres con su diversidad de características personales tienen en común es el estigma, la marginación social a la que se ven abocadas por desarrollar un trabajo en una sociedad donde la sexualidad está sacralizada y la hipocresía y doble moral es la forma de actuar por norma general .

Desde los diversos ámbitos de estudio y sobre todo, desde los medios de comunicación, siempre se pone especial énfasis en exponer los motivos que empujan a las prostitutas a su situación, otorgando legitimidad al presunto carácter patológico y alienante de esta actividad. Se buscan explicaciones, todas ellas alejadas de la racionalidad económica, precisamente en un momento histórico en donde el dinero es la principal fuente de éxito personal y social. Sin embargo, este criterio se descarta en el caso de la prostitución. No se parte nunca del supuesto de que la prostitución es una estrategia de supervivencia económica aprendida por todas las mujeres y resultado de una elección .

La Psicología Evolucionista unida a la antropología de corte Darvinista, ha facilitado datos nuevos para la valoración de esta práctica. Para muchos investigadores, la prostitución femenina sería una consecuencia lógica de una dinámica sexual en la que unos demandan, otros están en situación de ofertar y donde las mujeres tienen la llave. El psicólogo evolucionista Nigel Barber dice: “Las prostitutas son casi siempre mujeres porque el acceso sexual es un recurso limitado que las mujeres, y no los hombres, controlan”. También para él la prostitución es, en realidad, una estrategia biológica innata. En un sentido general, la prostitución es un sistema de explotación de las necesidades del otro muy particular puesto que, en principio, es puntual e indiscriminada. Está claro que hay diversos tipos de explotación que no necesariamente están relacionadas con el sexo como es el esclavismo. Lo que tienen en común, como formas de explotación, es que ambas son consustanciales con la naturaleza humana, donde el fuerte suele aprovecharse del débil . Por lo mismo, para una mujer, es duro aceptar que se vendió más veces de las que se admite y que jugó al juego ancestral macho que compra-hembra que vende, sobre todo, en un mundo con resonancias de tradiciones morales o religiosas donde la mujer es vista como la “débil”, la “tentadora” o la de moral frágil y poco fiable.

Pese a esto, el tema de la prostitución femenina ha sido escasamente trabajado desde la Psicología; tal vez, porque esto implica enfrentar un mundo mítico y oscuro, que remueve profundas interrogantes y que deja desarmadas(os) ante la crudeza de la realidad cotidiana. Es así como los primeros estudios realizados se limitan a definiciones, reglamentaciones legales y enfoques socioeconómicos superficiales y descriptivos, que parten de juicios moralizantes en torno al quehacer de la prostituta. Toda posición estigmatizante, ha limitado una real aproximación a la problemática del "ambiente". Los tabúes mantenidos socialmente al respecto, han dificultado adentrarse en esa otra dimensión de la realidad de un mundo prohibido y censurado. Estos enfoques excluyen la posibilidad de recuperar una dimensión autocrítica y problematizadora de la investigación psicosocial, económica y política, donde se integre una perspectiva de género que permita abordar las modalidades interactivas entre los sexos, los procesos de socialización y las especificidades de la subjetividad femenina.

Es obvio que esta situación niega a las mujeres prostitutas, la posibilidad de asumir cualquier trabajo o cargo en la sociedad y desarrollarse como mujeres sujetas a poseer como cualquier otro, es decir, se les niega toda existencia y presencia, en las relaciones sociales, colocándolas como ausentes; pues la presencia de su persona, es ejemplo de lo que no debe ser una mujer.

Pero sobre todo, cabe señalar que es la dignidad de la persona, lo que esta en juego. La consideración de la dignidad de la persona pasa por reconocer lo que se entenderá tanto por dignidad como por persona. Su tratamiento implica el reconocimiento de la individualidad del hombre, sus potencialidades, así como sus limitaciones. Quizá la concepción que más se aproxime a estos postulados es aquella que nos dice: "El pensamiento de la dignidad consiste en reconocer que el hombre es un ser que tiene fines propios suyos que cumplir por sí mismo, o, lo que es igual, diciendo en una expresión negativa, la cual tal vez resulta más clara, el hombre no debe ser un mero medio para fines extraños o ajenos a los suyos propios" (Luis Recaséns S., citado por MONROY, Marco 1980: 13).

La humanidad, al reconocerse superior a los demás seres vivos y al sentirse miembros poseedores de todos ellos, se cree poseedora de determinar y establecer, las condiciones de igualdad, sobre la que reposa la dignidad, que es la valorización exacta y el respeto de la condición del hombre. En el caso de las mujeres insertas en la prostitución, como en muchos otros, todo principio que le permita ser poseedora de su dignidad humana, son muchas veces pasados por alto; y unas personas se sienten con potestad de juzgar y condenar a otras, por el simple hecho de subsistir por medios distintos, tildándolas de "pecadoras", "promiscuas", olvidando, muchas veces, la vida no tan menos ejemplar que cada uno lleva, no miran "la viga que llevan en su propio ojo".


“El que de vosotros no tenga pecado que tire la primera piedra” (Juan 8,7), es una de las frases que resalta en el pasaje del evangelio de Juan, el cual presenta a una mujer que es llevada ante Jesús, al haber sido sorprendida en fragante adulterio y va hacer lapidada (apedreada), tal como lo manda la ley de Moisés. Texto que exhorta nuestra vida, en el actuar frente al caso presentado “la prostitución”.

La sociedad se hace presente en el texto, una multitud que se cree dueña de legislar la ley, pero tratan de aprovechar el momento para poner a prueba a Jesús, quien coge a todos de sorpresa al introducir una variante revolucionaria: los primeros no han de ser los que han visto el delito, los que lo conocen, sino aquellos que pueden decir que se hallan libres de pecado.

Actitud que desvela el actuar de los que acusan a la mujer, a quienes Jesús, tan solo con su actuar y cortas palabras, señala que no basta con descubrir las maldades ajenas. Antes de eso, debes escribir la lista de tus virtudes, exhibir el certificado de tu inocencia. Sólo entonces podrás iniciar la lapidación. Los “justos” deben dar la cara con su bandera inmaculada. Se precisa valentía no para hacer acopio de piedras, sino para atribuirse una patente de perfección. Hace falta coraje no para airear un artículo transgredido de un código, sino para colocarse sobre la cabeza la aureola de la santidad.

Jesús dirá a la mujer: “Tampoco yo te condeno, vete y no peques más”, probablemente ella no tiene necesidad siquiera de escuchar aquellas palabras, pues tiene bastante con levantar los ojos. Nada tiene que temer de aquel hombre que traza signos misteriosos sobre la tierra.

El comportamiento de Jesús nos pone ante la evidencia de que es necesario para todos adquirir “una mirada nueva”. Esta mirada es capaz de “sospechar” que todo individuo, debajo de las costras del error, de los defectos, de las infamias, o, aunque no sea más que de las debilidades, conserva una zona intacta, “virgen”, en la cual su ser más auténtico cultiva el deseo de abrirse a alguien que sea capaz de amarlo.

Esta puerta que da acceso al “santuario” de cada persona no puede ser abatida a golpes, ni tampoco a pedradas. Este territorio secreto, esta zona protegida no se fuerza con la ayuda de un código, de un raciocinio, de una recriminación áspera, de un dedo que amenaza. El elemento esencial para transformar a la persona, tal como nos lo indica Jesús en su actuar, es el amor. Únicamente el amor que se abre camino en aquella zona inexplorada a través de la mirada no de la desconfianza, sino del respeto y de la aceptación, es capaz de transformar a una criatura desde dentro. (A. PRONZATO, p.47-48).

Al contemplar la escena, vemos que en el momento que levanta los ojos, la adúltera se encuentra con alguien que la mira de manera distinta a los demás. Nunca había visto a ningún hombre mirarla de esa forma, sus ojos se cruzan con la mirada de un hombre que no descubre en ella ni un objeto de placer ni un blanco para las piedras de una sentencia cruel, es de decir que “la caridad del amor, comienza por la mirada”.

En un cierto sentido, la mirada de Jesús es creadora, llama a la existencia a una persona, despertando su ser auténtico, real. También se trata de una mirada reveladora, porque hace ver al hombre sus verdaderas posibilidades, su dimensión auténtica. Aquella mujer se verá liberada, aligerada de sus culpas.

En el texto, son las piedras a las que echan mano los acusadores. Hoy ya no se usan las piedras. Nuestras armas son mucho más sofisticadas y aseguran un resultado mucho más devastador. Estamos ante la posesión de las palabras, las cuales son duras como piedras, más aún, como peñascos. Es un lenguaje que corta como un puñal, cuando juzgamos, condenamos y procedemos a la ejecución de los culpables, considerándonos civilizados y cristianos, y hasta modelos de cristianos. Con ello, no nos damos cuenta de que no hay ningún “derecho a la verdad” que justifique una palabra malintencionada, una palabra “homicida”, un lenguaje carente de caridad; con lo cual, es de percatarnos que basta un solo rasguño sobre la piel de una persona para romperle los huesos a la caridad. Una verdad y una moral defendidas con piedras, nada tienen que ver ya con la verdad y la moral proclamadas por el evangelio de Jesucristo.(A. PRONZATO, p.53-54).

Jesús en sus textos nos presenta un actuar enteramente contrario al de nuestra sociedad, frente a los excluidos y señalados (as) como pecadores. Podemos señalar aquí otro texto que es recogido en los cuatro evangelios, como es el de la mujer que unge a Jesús. Una mujer,, señalada como pecadora pública, la cual movida al arrepentimiento, se presenta a Jesús durante su ministerio en Galilea. Sus lágrimas llegan a mojarle los pies y ella los seca con sus cabellos. Las circunstancias totalmente inéditas de una mujer conocida como pecadora, que expresara su amor arrepentido y agradecido con esos gestos netamente femeninos, pero tan chocantes para el contexto puritano alimentado por los fariseos, impresionó fuertemente a los discípulos.

De este hecho, vamos a extraer la actitud del fariseo, quien no tiene la valentía de expresar en voz alta su opinión, pues se limita tan solo a murmurar entre sí; y en su juicio mental pronuncia: “si Jesús no adivina el oficio de la mujer, no posee la clarividencia propia de un profeta”. Hay gente que posee una única coherencia: la que se establece entre sus pensamientos sobre los demás y las propias acciones. Se piensa mal porque se obra mal. El pensar mal de los demás es la marca de garantía de nuestra capacidad para llevar a cabo las mismas malas acciones que criticamos. Dostoievski decía que si los pensamientos humanos tuvieran olor, se propagaría por el mundo una peste insoportable y todos moriríamos víctimas de la fetidez.

Cristo no solamente percibía la peste de ciertos pensamientos, sino que los leía en voz alta, como en un libro abierto: “Simón, tengo que decirte una cosa”. El fariseo sufre la humillación de verse sorprendido en “flagrante delito de pensamiento”, pero además, se le propone el comportamiento de la pecadora como ejemplo. Es descubrir el corazón de una mujer que ha cambiado completamente desde el momento en que reconoce lo que es ante la persona de Jesús y a quien no le oculta lo que es

Haber realizado todo su ceremonial quiere decir que su corazón se hallaba ya lleno de amor. No es el perdón el que provoca el amor, como postula la lógica, sino, más bien, el amor el que suscita y se constituye en medida del perdón.

Pero ni las murmuraciones ni el escándalo de los presentes, impiden a Jesús cumplir hasta sus últimas consecuencias su acción de recuperación de la mujer, a quien le dice: “la causa de este perdón, no soy yo, sino tú; ¡tu fe te ha salvado! Vete en paz. La mujer se va, pero solo ahora ella se considera verdaderamente ligera, ya que se le ha dado otra vez un corazón nuevo, puro y fresco. Esto provoca el segundo escándalo de los invitados, más grave que el primero, porque tiene por blanco la misión y revelación Ambos textos recogen la actitud acogedora de Jesús a la mujer que es señalada como pecadora, a quien se acerca y le mira sin juzgarla, y es desde el acercarse a ella o dejar que le toquen que abre camino para encaminarla a una nueva vida. Aptitud totalmente contraria a la expresada y recogida en el aspecto socio-analítico que presentamos.

Luego de analizar los datos que nos han brindado la sociología como la psicología, sobre la prostitución en la mujer, es de resaltar como estas mujeres son rechazadas y excluidas. En este sentido, son consideradas lo peor de la sociedad; pero cabe señalar aquí la mirada que se da a aquellos que se acercan a estas mujeres, los cuales no son señalados ni excluidos y si lo hay, será en grado menor que el de la mujer.

Actitudes totalmente contrarias a la que Jesús nos muestra en su vida a lo largo de los evangelios, sobre todo en los que hemos mencionado anteriormente. En ellos, hemos de contemplar, a un Jesús que en su actuar devuelve su dignidad de persona a la mujer “pecadora”.

Muchos de nosotros, somos parte de aquellos que con nuestro pensar y actuar, juzgamos a este grupo de mujeres, sin tener en cuenta los diversos motivos que las lleva a adentrarse en el mundo de la prostitución.

Fácil es señalar, acusar, juzgar, incluso desde el sentido religioso, decir que el amor de Dios no llega a estas personas, olvidando que el amor y la misericordia de Dios esta latente sobre todo en ellas de una manera muy especial.

Si tuviéramos la valentía de aceptar las causas y razones que nos proporcionan los diversos análisis de la realidad, sobre los problemas sociales, económicos y religiosos que aquejan a nuestra población, y reconociéramos que todos somos responsables de lo que acontece, otra sería nuestra realidad; pues no nos detendríamos a acusar o buscar culpables, sino que juntos buscaríamos soluciones. Optando sobre todo por una mejor calidad de vida y por recuperar la dignidad de toda nuestra gente, de todos nuestros hermanos (as) que se encuentran sumergidos (as) en el mundo de las drogas, el alcohol, la delincuencia, la prostitución, etc.

Desde este punto de vista, creemos que la sociedad debe tomar conciencia de lo que acontece en su entorno y no detenerse en calificar de bueno o malo la actividad que ejercen los demás.

El factor predominante que lleva a la prostitución, es la falta de fuentes de trabajo, lo cual dificulta el tener un mejor ingreso económico en las familias, dificultando en la alimentación, la educación y la salud de los integrantes de dicha familia. Generarlas es uno de los retos, en parte paliaria, el dolor de mucha gente, pero sobre todo la mujer tendría acceso a contribuir dignamente en la economía de su hogar.

Por otro lado, representantes de nuestra iglesia, toman esta postura de exclusión y marginación a quienes se encuentran inmersas en el mundo de la prostitución, olvidándose de la actitud que tuvo Jesús frente a esta situación, frente a la “pecadora” (or). En lugar de hacer presente el mensaje de Dios, mostrando a una iglesia- comunidad acogedora, abierta al diálogo, a la escucha y en la que se nos revele a Dios padre misericordioso que a pesar de todo sigue amando a sus hijos, optan por refrendar el sentido de pecado y culpa en los feligreses, sin rescatar y hacer prevalecer el sentido del perdón que Dios ofrece a todos.

Si contemplamos nuestra realidad, desde una visión realista y sin parcializarnos, nos daríamos cuenta que hay actitudes totalmente deshonestas y poco morales que son realizadas sobre todo por aquellos que señalan y lanzan piedras con sus palabras ofensivas a una mujer “prostituta”, cuyo dinero obtenido a través del intercambio comercial es considerado “sucio”, porque es obtenido desde una transacción sexual. Pero no somos capaces de señalar como deshonesto, el dinero obtenido por parte de las empresas que someten a unas serie de abusos a sus trabajadores, los mismos que son explotados; todo con el único fin de obtener un beneficio económico que solo beneficia a los grandes accionistas y dueños de dichas empresas. Más aún, somos capaces de llegar a bendecir armas, las cuales serán utilizadas en la destrucción de las personas y originar destrucción en nuestro planeta, nuestra naturaleza; y sin embargo, llegamos a negarle la bendición a una mujer o a un hombre que llega a prostituirse por unos pocos centavos para comer o salvar la vida a uno de sus hijos.

Cuan grande es la llamada de Jesús a cambiar la mirada de nuestro corazón. Si solamente consiguiéramos tener una mirada purificada, las piedras empezarían a caer de nuestras manos. Si nuestro actuar fuera desde el amor, seriamos capaces de transmitir al otro el siguiente mensaje “Te reconozco el derecho de ser lo que eres. Deseo que seas todo lo que puedas llegar a ser” (Agnese Baggio).

Melania Silva Juárez
César A. Rodriguez Gónzales
Julián Vallejos


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