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Bienvenidos, amigas y amigos que buscan caminos en la Teología... este blog propondrá opiniones, y métodos teológicos desde diversos enfoques carismas y experiencias particulares que podrían iluminar nuestro trabajo teológico. Estas reflexiones provienen de jóvenes religios@s y laicos que se encuentran en camino de formación, en estudios en el Instituto Superior de Estudios Teológicos "Juan XXIII" de Lima, Perú.

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En el Corazón de María

Mg. César Palomino Castro (docente)

lunes, 5 de julio de 2010

Ante la gravedad del sufrimiento, ¿la eutanasia como opción?

En este artículo nos ocuparemos de reflexionar desde el punto de vista teológico de los pacientes que piden la eutanasia. Así que aquí no pretendemos plantear una discusión ética sobre el tema, sino que nos centraremos en el paciente y trataremos de dar algunas luces.

No lo podemos negar, varios enfermos terminales ante la gravedad de su situación, de su sufrimiento y la inminencia de la muerte tienen el deseo o deciden adelantar su muerte, es decir, optar por la eutanasia. Pero, ¿qué significa este término? Etimológicamente, deriva del griega eu, que quiere decir “buena, correcta” y thánatos, muerte. Así pues la eutanasia significa “muerte buena, suave, dulce, sin agonía, sin sufrimiento…”. Aunque, como señala J. García Férez , debido al mal uso del término, actualmente se entiende comúnmente como “muerte por compasión, por piedad”. Pero, “con todo, siempre es un acto que se realiza con el fin de eliminar todo dolor y sufrimiento, pero con la intención primera y exclusiva de acabar con la vida de una persona enferma.” Esto que nos sirva solo como aclaración terminológica ya que, ratificamos de nuevo, aquí nuestro interés es el enfermo no las discusiones bioéticas.

Por lo cual habrá que preguntarnos en primer lugar por el tipo de sociedad que actualmente estamos construyendo. Ya que, esta sociedad obsesionada por la vida “saludable”, por la longevidad, la productividad… ¿no nos hace incapaces de afrontar el sufrimiento y el dolor con madurez? ¿Acaso no provoca en los enfermos, mucho más los terminales, sentimientos de inutilidad, de ser una carga para sus familiares y la sociedad y por tanto ya se intuye las reacciones en estos casos?

De modo similar, frente a la muerte, nuestra cultura posmoderna debido a los mismos valores que promueve, ¿no ha desligado y hecho totalmente antagónicas la muerte y la vida? Y en consecuencia, ¿no se está volviendo incapaz de ver también en la muerte algo positivo, como parte de la vida? Y por eso mismo, ¿no se está “inhumanizando” crecientemente la atención a los enfermos terminales tanto desde el personal y las estructuras sanitarias como desde la sociedad y la familia misma? ¿Cómo se va a sentir un enfermo terminal en una situación así? Es cierto, en gran medida nuestra sociedad actual no está preparada para afrontar ni el sufrimiento y mucho menos la muerte. Lo cual influye profundamente tanta en las reacciones mismas del paciente como en la de los familiares y la sociedad.

Esto mismo determinará bastante el proceso psicológico, la vivencia interior, que todo enfermo terminal atraviesa. El cual, según, la Dr. E. Kubler Ross, normalmente pasa por cinco etapas que aquí simplemente lo enunciamos. Tomemos como ejemplo un diagnóstico de cáncer terminal. La primera reacción del paciente es negarlo (“¡imposible, se deben haber equivocado los médicos, a mi no me puede suceder eso!”); mas cuando uno se da cuenta que eso es real, se reacciona con ira-rabia contra uno mismo, contra Dios ( “¿por qué me puede suceder a mí esto, por qué Dios me castiga, de qué vale la vida…?”); pero todo el tiempo no se puede vivir gritando, por lo que sigue una fase que se llama negociación, por lo general, con Dios (“Señor, si me sanas yo cambiaré de vida, iré a tu iglesia …”); pero, como normalmente el milagro no sucede, el paciente se sume en la depresión, sensación de fracaso (“ya no merece la pena vivir, todo esto no tiene sentid ”); aunque, precisamente, este puede ser el paso al momento propicio, la aceptación (“así como he aceptado la vida acepto también el sufrimiento y la muerte ”). Ahora bien, este proceso no necesariamente es así de continuado, uno puede pasar de uno a otro y no todos los enfermos terminales llegan a la aceptación. Como se puede intuir el deseo de optar por la eutanasia de parte del enfermo puede aparecer en las fases de ira-rabia y en el de la depresión, por lo cual se tiene que ser muy cautos para captar las necesidades y motivos que subyacen debajo.

Habiendo vislumbrado esto, podemos preguntarnos, antes de continuar, ¿qué dice la Iglesia sobre la eutanasia?. Su postura al respecto es clara: la vida es Sagrada porque tiene en Dios su origen y en Dios su fin, porque el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios lo que le da una dignidad sagrada. Por lo tanto, ni uno mismo ni otros tienen derecho a decidir sobro la muerte del paciente. Así en el Catecismo de la Iglesia Católica se afirma: “aquellos cuya vida se encuentra reducida o disminuida tienen derecho a un respeto especial… ”(n° 2276) Respeto en un doble sentido, tanto a su dignidad como a la calidad de su atención, de su cuidado. Por lo que aquí tenemos que tener cuidado, pues si bien moralmente no podemos legitimarnos la eutanasia, tampoco podemos perdernos solo en las discusiones éticas, descuidadando a la persona que sufre, al enfermo terminal. En otras palabras, no podemos como Iglesia - y ese es el peligro- centrarnos escarnecidamente en la defensa de la vida (desde la ética), pasando por alto la ayuda a los enfermos terminales a hacer más llevadero su sufrimiento.

Así pues, para nosotros, que un paciente terminal pida la eutanasia, es una decisión no alarmante sino cuestionante. Nos cuestiona el porqué del sufrimiento, el porqué algunas personas tienen que padecer tanto, nos cuestiona por el sentido del sufrimiento, por el valor de la vida y por el misterio de la muerte. Nos cuestiona por un tipo de sociedad que cierra los ojos ante el sufrimiento y ante la muerte, nos cuestiona por la situación de pobreza y de injusticia en que viven muchos que no pueden acceder a servicios de salud dignos. Nos cuestiona la situación de aquellas personas, que tienen que enfrentarse a su dolor en el abandono y la soledad. En fin, nos cuestiona por nuestros propios valores y por el sentido de nuestra propia vida y nuestra preparación para afrontar la muerte.

¿No parece que ante tanto dolor sea necesario y digno practicar la eutanasia? Indubitablemente esta parece una alternativa viable, digna. Empero, ¿no será mejor preguntarnos por lo que subyace debajo de este deseo? Retomando lo que hemos dicho anteriormente, vemos que se va extendiendo un tipo de sociedad en la que nos es difícil aceptar el dolor y la muerte (precisamente hoy nos es mucho más difícil ver sufrir a otros, no lo soportamos). Asimismo tenemos que considerar el proceso psicológico que todo enfermo terminal atraviesa. Por lo cual tomándonos muy en serio la situación del paciente se necesita, por un lado promover- a largo plazo- un nuevo tipo de sociedad y, por otro, acompañar a los enfermos terminales hacia la aceptación de su sufrimiento y de la muerte.

Por eso antes de tomar una decisión “piadosa” (adelantar la muerte, para no ver sufrir más: aceptar la eutanasia) o condenar al paciente por pedir “semejante atentado contra la dignidad humana”, habrá que preguntarnos cómo ayudarle a hacer más llevadero su sufrimiento. En concreto, desde la medicina, actualmente se está desarrollando lo que se conoce como los Cuidados Paliativos (del lat. palliātus, cubierto con un palio, capa), que tiene como finalidad mitigar, suavizar, paliar el dolor de los pacientes para que vivan sus últimos días con dignidad. La cual se realiza sobretodo por medio de fármacos. Hay que tener claro que no se puede confundirlo con la eutanasia, ya que no atenta, ni tiene como fin quitar la vida. Por lo cual la Iglesia misma legítima y recomienda su uso cuando sea necesario.

Si profundizamos más desde el punto de vista teológico vemos que una consideración teológica razonable tiene que tomarse en serio la vivencia del sufrimiento y de la muerte. En primer lugar, habrá que respetar el clamor y la ira contra Dios de todas las personas que sufren, especialmente de los que están en los momentos finales de su vida. Ellos expresan el mismo grito de algunos salmistas, el mismo grito de Jesús en la cruz: “Eloí, Eloí, ¿lemá sabaktaní?...Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34) Este no es un simple grito de sentimiento de abandono, es un verdadero grito de reclamo, de reproche, de ira… De modo que se hace también necesario ayudar a aquellas personas que debido a su formación, cuando en una situación así experimentan rabia contra Dios, lo reprimen con sentimientos de culpa, ayudarles a liberarse de esta culpa. Pues digámoslo con claridad, es legítimo y terapéutico expresar nuestra propia ira contra Dios, es legítimo reclamar respuesta del “¿por qué a mí?” y del “¿por qué precisamente así?”.

En segundo lugar el sufrimiento y la muerte siempre nos dejaran cortos en palabras y argumentos: hay momentos en los que solo se puede callar. No obstante, también vemos que es precisamente en situaciones así, cuando se hace presente de forma imperiosa la esperanza. Aquella esperanza de la que nos habla el Apocalipsis: “Esta (la nueva Jerusalén) es la tienda de campaña que Dios ha instalado entre los hombres. Acampará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá ya muerte, ni luto ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido.”(21,3-4) Ni el sufrimiento ni la muerte pueden matar la esperanza, más bien la fortalecen.

Finalmente no podemos mantenernos ajenos a la situación de deshumanización del mundo de la salud. Por eso tenemos que ser críticos frente al modelo de sociedad que en la actualidad se está gestando y expandiendo por todo el mundo, gracias a la globalización. De modo que es un reto para la teología y para la Iglesia ayudar a construir una sociedad y una cultura donde el sufrimiento y la muerte puedan ser integrados como parte de la vida, como desafío y como reto a vivir la vida con sentido; y, además, denunciar y promover la edificación de sistemas de salud que atiendan las necesidades de los pobres, sobretodo en un país como el nuestro.

Lucas Terrones V.
Noé Herrera H.
Andréz García V.
Jonatan Camacho.

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