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En el Corazón de María

Mg. César Palomino Castro (docente)

lunes, 5 de julio de 2010

Daños ecológicos en la amazonía y el maltrato a los indígenas

¿Qué pasa con nuestra amazonía peruana y con los que la habitan? Probablemente poco o nada sabemos, porque nos falta informarnos sobre ese mundo tan hermoso que Dios nos la dio para habitarla y que pocos tiene la gracia de vivir en esa bella creación y que en estos últimos años la están pasando una Odisea, no solo ellos, sino la misma tierra que por siglos fue el hogar común para nuestros hermanos indígenas. Los daños ecológicos medio ambientales son aterradores, así como el maltrato y la marginación de las comunidades nativas. Veamos algunos datos al respecto:

Los datos históricos nos hacen saber que durante siglos, los pueblos originarios de la amazonía de diversas etnias y diferentes orígenes han sufrido el abandono, el empobrecimiento, la discriminación y el exterminio. Entre los siglos XVII y XVIII, la población fue destruida principalmente por el ingreso de nuevas enfermedades traídas por los europeos como la gripe, viruela, sarampión, fiebre amarilla y malaria. En el Perú, durante la época llamada “la fiebre del caucho, en el siglo XIX, se cuenta que los indígenas se dividían en dos grupos: los bautizados, considerados "cristianos y civilizados", amparados por sus patrones, y los no bautizados, considerados salvajes y sometidos a la esclavitud y al exterminio cruel. Este genocidio exterminó a muchos pueblos indígenas. Todos estos hermanos nuestros fueron reducidos al silencio sin acceso a la educación y la salud.

Según los estudios estadísticos, más del 70 % del territorio Amazónico en el Perú está destinado por imposición del Estado y transnacionales a Lotes para la industria Petrolera en medio de ecosistemas de enorme importancia para el País.

Otro grave problema de la amazonía es la deforestación que viene sufriendo por las consecuencias de las actividades humanas expresadas en la agricultura extensiva, actividad minería en los ríos y la tala selectiva e indiscriminada de árboles. En toda la selva amazónica, la deforestación avanza a un ritmo entre 20,000 y 50,000 kilómetros cuadrados por año. La deforestación ha traído como consecuencia la erosión y pérdida de fertilidad de los suelos, la contaminación de los ríos, la perdida de la biodiversidad y la extinción de especies animales y vegetales.

Estos problemas agravan las actuales condiciones de vida de la población que se ven forzados a emigrar a las grandes ciudades del país. Este éxodo de las comunidades indígenas para el antropólogo Alberto Chirif es un cambio radical en sus modos de vida ya que para ellos, “la amazonía es el mundo según la creación, el cual está poblado por seres humanos de diversas tradiciones culturales, que protegen los recursos naturales. El mundo pertenece a todos porque es un espacio compartido. Sin embargo, los procesos de despojo llevados a cabo desde la invasión europea y continuados durante la invasión republicana han obligado a los pueblos indígenas a defender las fronteras que les han quedado y reclamar autoridad de gestión sobre los recursos naturales”.

Según los estudios de la antropología cultural, “la naturaleza convive en estrecha relación armoniosa con el mundo de las personas donde se construyen relaciones de equilibrio que muchas veces conlleva a la mantención y sostenibilidad de los recursos ecológicos”. Para ellos el espacio no tiene límites y no es propiedad de nadie, ya que los elementos de este espacio son propios y autónomos que son guiados por un espíritu protector que resguarda la no explotación discriminada. Pero hoy, al igual que los siglos anteriores se ven amenazados de pensamientos occidentales que a través de la globalización, esta rompiendo con esta concepción armónica de preservación y sostenibilidad. Los preceptos occidentales son más instrumentalistas y utilitarias que rompen con la racionalidad originaria construida por milenios de años, donde la estrecha relación entre el hombre con la naturaleza es el principal factor de sobrevivencia de la cultura y la ecología.
 
Los acontecimientos de injusticia con la naturaleza y con nuestros hermanos indígenas por siglos abandonados, marginados, llamados personas de segunda clase, olvidados por el Estado; nos deben cuestionar nuestra condición de hermanos, hijos de un solo Padre creador. Ante la indiferencia Dios nos sigue preguntando “¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: No sé. ¿Soy acaso yo el guardián de mi hermano? Replicó Yahvé: ¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo” (Gn 4,9b-10) Aparecida, constata que los indígenas son “otros” diferentes, que exigen respeto y reconocimiento. La sociedad tiende a menospreciarlos, desconociendo su diferencia. Su situación social está marcada por la exclusión y la pobreza. Están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual. Sufren grandes ataques a su identidad y supervivencia. La migración, forzada por la pobreza y la invasión de sus tierras, están influyendo profundamente en el cambio de costumbres, y modos de vida (Doc Aparecida n. 89-90) Aparecida; denuncia los ataques que sufren por el capitalismo salvaje, ya que no son respetados su derechos como una cultura distinta, menos son valorados por el gran aporte que dan a la identidad a una nación.

El cuidado del medioambiente, tiene que ver mucho con el mandato evangélico de “Tuve hambre y ustedes me dieron de comer; estaba desnudo y ustedes me vistieron, fui inmigrante y ustedes me acogieron”, sin embargo la ambición capitalista de las transnacionales hace que muchos se sumerjan en la pobreza, en el desalojo de sus tierras y en la explotación inhumana. Para la Iglesia Católica en conjunto la explotación indiscriminada de los recursos de la naturaleza y los abusos de los mismos, es fruto de una actitud de pecado en la que prevalece el “hacer” y “tener” sobre el “ser”. Desde esta actitud el hombre no solo destruye la naturaleza, sino también a los que la habitan y van camina hacia su propia destrucción.

La Doctrina Social de la Iglesia, subraya la responsabilidad humana de preservar un ambiente integro y sano para todos, por ende, el desarrollo económico debe respetar la integridad y los ritmos de la naturaleza, por el bien de toda la humanidad.

Mayor atención merece la influencia que la sobreexplotación de la naturaleza está teniendo en los países más empobrecidos y en los pueblos indígenas, los cuales sufren con mayor intensidad este abuso de explotación de los recursos naturales al servicio de los países más ricos, dejándoles en absoluto desamparo, incluso abocándoles al exterminio. Los derechos de estos pueblos con su tierra y sus recursos han de ser cuidados adecuadamente (N 471 Compendio D.S.I.).

El Papa Benedicto XVI dijo: si quieres promover la paz protege la creación. El respeto a lo que ha sido creado (hombre, naturaleza) tiene gran importancia, puesto que “la creación es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios” y su salvaguardia se ha hecho hoy esencial para la convivencia pacifica de la humanidad. La encíclica Caritas in veritate subraya que el desarrollo humano integral esta estrechamente relacionado con los deberes que se derivan de la relación del Hombre con el entorno natural, considerando como un don de Dios a la humanidad nos ayuda a comprender la vocación y el valor del hombre.

Nosotros tenemos que tomar conciencia de que el mundo es un regalo de Dios para todos, y que los recursos que tiene nuestra amazonía, debemos compartirlos, por lo que es necesario actuar con una mayor austeridad, responsabilidad, solidaridad con nuestros hermanos indígenas que viven en la amazonía peruana.

En efecto, aunque es cierto que, a causa de la crueldad del hombre con el hombre, hay muchas amenazas a la paz y por ende a la creación y al auténtico desarrollo humano (deforestación, envenenamiento de ríos, quema de bosques, dejar sin minerales la tierra, etc.,). Por este motivo, es indispensable que la humanidad renueve y refuerce “esa alianza entre ser humano y medio ambiente” que ha de ser reflejo del amor creador de Dios. Estamos invitados a vivir armónicamente con nuestra casa común y a considerar de manera prioritaria, el respeto y la valoración de los derechos de nuestros hermanos indígenas.

Tenemos que denunciar las intervenciones humanas en los recursos naturales donde predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida, en prejuicio de nuestros hermanos indígenas; tenemos que ser solidarios y austeros en nuestro consumir, uniéndonos así a nuestros hermanos más desfavorecidos.

Debemos cambiar nuestra forma de vivir. El ser humano ha de estar en el centro de la economía, y además han de ser todos los seres humanos, no una minoría privilegiada.

Tenemos que defender el derecho de toda persona a vivir dignamente en especial de los indígenas que son los más afectados. Si se produce un cambio de mentalidad en donde la persona, sea más importante que la economía, nos habremos comprometido con el Plan de Dios: pero para este cambio de mentalidad es necesario contemplar los problemas desde la mirada y la experiencia de los empobrecidos, los indígenas de nuestra amazonía.

Para terminar, es preciso decir que, la Tierra que Dios nos ha regalado y encomendado para que la cuidemos, está al límite de dañarse irremediablemente. Las generaciones que nos sucedan tienen derecho a recibir un mundo habitable, y no un planeta con el aire contaminado, con las aguas envenenadas y sus recursos naturales agotados.

Abnelio Livia Tocto
Robert Porras Caja
Wilber Onofre Huaricallo

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