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Bienvenidos, amigas y amigos que buscan caminos en la Teología... este blog propondrá opiniones, y métodos teológicos desde diversos enfoques carismas y experiencias particulares que podrían iluminar nuestro trabajo teológico. Estas reflexiones provienen de jóvenes religios@s y laicos que se encuentran en camino de formación, en estudios en el Instituto Superior de Estudios Teológicos "Juan XXIII" de Lima, Perú.

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En el Corazón de María

Mg. César Palomino Castro (docente)

jueves, 9 de junio de 2011

¿Y si nos quedamos sin sacerdotes?

Parece  que hoy se piensa que la vocación es la "llamada de Dios" para que un cristiano, con la aprobación del obispo, pueda ser ordenado sacerdote. Pero ocurre que, en este momento, la escasez de vocaciones es un hecho tan notable que hasta los políticos cristianodemócratas de Alemania han hecho pública una carta en la que piden al episcopado que puedan ser ordenados de sacerdotes hombres casados. Hasta los hombres de la política andan preocupados de lo mal que van las cosas en la Iglesia, además por la alarmante falta de sacerdotes para atender las necesidades espirituales de los católicos.
La realidad actual es que los obispos -ya lo han dicho los alemanes- no están dispuestos a suprimir la ley del celibato. Y menos aún estarían dispuestos a tomar decisiones más radicales en cuanto se refiere al clero, especialmente por lo que respecta a la necesidad de que en la Iglesia haya sacerdotes para administrar los sacramentos. Fuese lo que fuese, nos parece que ha llegado el momento de afrontar esta pregunta: ¿y si llega el día en que nos quedemos prácticamente sin sacerdotes? ¿Sería eso el derrumbe total de la Iglesia?, ¿Está fundamentado el sacerdocio en las Sagradas Escrituras?
Por el contrario el catecismo de la Iglesia Católica, los Padres de la Iglesia y el Magisterio afirman que el sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios a ser sacerdotes para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los hombres. Esta ocupación es la más grande de la Tierra, pues los frutos de sus trabajos no acaban en este mundo, sino que son eternos. Grande es la dignidad de los sacerdotes, pero no menor la obligación que sobre ellos pesan. Los sacerdotes suben a gran altura, pero se impone que a ella vayan y estén sostenidos por extraordinaria virtud; de otro modo, en lugar de recompensa se les reservará gran castigo, como opina San Lorenzo Justiniano (...). San Pedro Crisólogo dice a su vez que el sacerdocio es un honor y es también una carga que lleva consigo gran cuenta y responsabilidad por las obras que conviene a su dignidad (...).

Todo cristiano ha de ser perfecto y santo, porque todo cristiano hace profesión de servir a un Dios Santo. Según San León, cristiano es el que se despoja del hombre terreno y se reviste del hombre celestial (...). Por eso dijo Jesucristo: Seréis, pues, vosotros, perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto (Mt 5, 48). Pero la santidad del sacerdote ha de ser distinta de la del resto de los seglares, observa San Ambrosio (...), y añade que así como la gracia otorgada a los sacerdotes es superior, así la vida del sacerdote tiene que sobrepujar en santidad a los seglares y la ciunidad en la que está a cargo (...) y San Pedro Pelusio afirma que entre la santidad del sacerdote y la del seglar ha de haber tanta distancia como del cielo a la tierra (...).
 Santo Tomás enseña que todos estamos obligados a observar cuantos deberes van anejos al estado elegido. Por otra parte, el clérigo dice San Agustín está obligado a aspirar la santidad (...). Y Casiodoro escribe: “El eclesiástico está obligado a vivir una vida celestial” “El sacerdote está obligado a mayor perfección que el que no lo es”, como asegura Tomás de Kempis (...), pues su estado es más sublime que todos los demás. Y añade Salviano que Dios aconseja la perfección a los seglares, al paso que la impone a los clérigos (...).
Como afirma José María Castillo (Teólogo) El cristianismo genuino se basa en Jesús de Nazaret. Pero Jesús no fue sacerdote. Jesús fue un laico, que vivió y enseñó su mensaje como laico, reunió un grupo de discípulos y nombró doce apóstoles. Pero aquel grupo estaba compuesto por hombres y mujeres que iban con él de pueblo en pueblo (Lc 8, 1-3; Mc 15, 40-41). Los autores del Nuevo Testamento evitaron esmeradamente utilizar el término "sacerdote" para designar a los ministros o responsables de las comunidades cristianas. Esta actitud se mantuvo hasta el siglo III. Ahora, si en la Iglesia de los dos primeros siglos se cuidó evitar esta designación, pues alguna razón profunda habrán tenido aquellas comunidades para no utilizar jamás el título de "sacerdote" para referirse a los líderes de las comunidades.
Las primeras comunidades de la Iglesia tomaron, para designar a los cargos en las comunidades, nombres tomados de las instituciones civiles. Así: " apostoloi" (enviados, mensajeros); "prophetai" (profetas, que con frecuencia eran laicos); "poimenes" (pastores); "euangelistês" (el que lleva buenas noticias); "episkopoi" (obispos), que eran los "vigilantes", "inspectores"o "gobernadores": "presbyteroi" (presbíteros), personas honorables y que en Asia Menor y Egipto designaban a los que presidían en una corporación; "proistámenoi" (los que presidían) (Rom 12, 8; 1 Tes 5, 12); "egoúmenoi" (dirigentes) (Heb 13, 7; Hech 15, 22); "diakonoi" (sirvientes o camareros); "douloi" (siervos o esclavos) (Rom 1, 1; 2 Cor 6, 4; Col 1, 25...; cf. Mc 10, 45 par). Así como hemos visto la Iglesia naciente no toleró títulos "sagrados", sino nombres o calificativos "civiles" y, en ese sentido, "laicos".
                        
El sacerdocio cristiano, tal como se vive en la Iglesia, no tiene fundamento bíblico ninguno. Por eso en la Iglesia al parecer de algunos teólogos no tiene que haber hombres "consagrados". Lo que tiene que haber es hombres y mujeres "ejemplares". El "sacerdocio santo" y el "sacerdocio real" del que habla la 1ª carta de Pedro (1, 5 - 9) es una mera denominación "espiritual" de todos los cristianos.  Jesús no quiso, en el movimiento que el ponía en marcha, reproducir los modelos organizativos de los poderes de este mundo.  Los primeros cristianos estaban  convencidos de que todo el que sube, por eso mismo, divide; mientras que todo el que baja, por eso mismo, une. Ya el autor de la primera carta de Pedro se dio cuenta del peligro que acechaba, a las comunidades de la Iglesia, cuando, dirigiéndose "a los responsables de las comunidades", les dijo: "cuidad del rebaño de Dios que os han confiado, cuidando de él no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sacar dinero, sino generosamente; no tiranizando a los que os han confiado, sino haciéndolos modelos del rebaño" (1 Pe 5, 1-3).
Si revisamos nuevamente la historia de la Iglesia antigua veremos que la Iglesia vivió durante casi doscientos años sin sacerdotes. La comunidad celebraba la eucaristía, pero nunca se dice que la presidiera un "sacerdote". En las comunidades cristianas había responsables o encargados de diversas tareas, pero no se les consideraba hombres "sagrados" o "consagrados". En el s. III, Tertuliano informa de que cualquier cristiano presidía la eucaristía ("De exhort. cast. VII, 3). ¿Qué pasaría si se acabaran los sacerdotes en la Iglesia? Simplemente que la Iglesia recuperaría, en la práctica, el modelo original que Jesús quiso. Lo que pasaría, por tanto, es que la Iglesia sería más auténtica. Una Iglesia más presente en el pueblo y entre los ciudadanos. Una Iglesia sin clero, sin funcionarios, sin dignidades que dividen y separan. Sólo así retomaríamos el camino que siguió el movimiento de Jesús: un movimiento profético, carismático, secular. El clericalismo, los hombres sagrados y los consagrados han alejado a la Iglesia del Evangelio y del pueblo. Así lo ve y lo dice la gente. La Iglesia se pensó que, teniendo un clero abundante y con prestigio, sería una Iglesia fuerte, con influencia en la cultura y en la sociedad. Ese modelo de Iglesia se está agotando. Lo más negativo a nuestro parecer,  que ha dado de sí el modelo clerical de la Iglesia, es que quienes han tenido el "poder sagrado", se han erigido en los responsables y, de las "comunidades de creyentes", han hecho "súbditos obedientes". La Iglesia se ha partido, se ha dividido, unos pocos mandando y los demás obedeciendo. En la Iglesia debe haber, como en toda institución humana, personas encargadas de la gestión de los asuntos, de la coordinación, de la enseñanza del mensaje de Jesús.
Finalmente si la Iglesia  se queda sin sacerdotes el estamento clerical afirma Federico Bellido “…desaparecerá, se forman comunidades por doquier, que son guiados por presbíteros hombres y mujeres célibes o casados; así aparecerá ante el mundo la Iglesia como sacramento universal de salvación.  El pueblo de Dios  será todo él responsable, incluso de las decisiones más importantes que convenga tomar. La jerarquía será pequeña, servidora, sierva, humilde,  toda ella al servicio de la fraternidad, y desaparecerán del horizonte todos los títulos y honores mundanos con los que hoy se rodea y que antes hemos citado en el magisterio de la iglesia.  Consecuentemente las diócesis serán más pequeñas, mas humanas donde las relaciones fraternales resplandezcan. Ya no habrá el clero, abra hermanos de todos los estamentos ejerciendo el servicio ministerial  unidos a sus obispos, respetando sus diversos  pueblos, naciones y culturas”.  Compartimos la idea que de esta manera la Iglesia será toda ella misionera  y  verdaderamente capaz de evangelizar desde la vida de cristo resucitado, acabándose el individualismo y la fe se vivirá, como es natural, en comunidad y en comunión.
Grupo: RUAH

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