En el Nuevo Testamento encontramos cuatro evangelios que se divide en tres sinópticos (mateo, Marcos y Lucas) y Juan. Este último es el Evangelio que presenta a la persona de Jesús y su mensaje distinto a la de los sinópticos. Y en cuanto a la forma literaria y el lenguaje de igual modo existe diferencias notables con los otros tres evangelios. Efectivamente, el tema del que hablan son los mismos, como la crucifixión de Jesús, pero Juan se distingue por tener datos históricos que no tienen los demás.
La redacción posiblemente se ha dado a fines del siglo I en Éfeso o Antioquía. Y la dirigió a los cristianos expulsados de la sinagoga por los judíos (Éfeso y Antioquía) Pues, al ser expulsados de las sinagogas Juan ve favorable fortalecer a esta comunidad para motivarle en la fe al Señor, muerto y resucitado.
Y en cuanto a la perícopa: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu Madre” (Jn 19,26-27) está dentro del contexto de los episodios de la pasión de Jesús, es decir “ha llegado la hora” del sacrificio y la glorificación del verbo encarnado. En la que Jesús ve conveniente que su madre sea acogida por el discípulo que tanto amaba, otorgándola una nueva misión.
Por tanto, la perícopa tiene fuente única en la Biblia. Es decir, no existen paralelos testamentarios ni en el Antiguo y Nuevo Testamento. Por tal motivo solamente nos limitamos a esta referencia bíblica (Jn 19,26-27) para el trabajo.
El género literario del Evangelio en su conjunto es histórico-narrativo. En el cual nos narra la vida de Jesús, especialmente pasión, muerte y resurrección. Y la forma literaria de la perícopa que se estudiará es poética-exhortativa. Porque hay una clara coordinación de palabras empleadas en esta perícopa. No es narración por que, sino dijera: María ve con Juan a su casa y acógela como Madre.
De acuerdo a Lorca José María, en el libro “Metáfora y Misterio de María”, indica la maternidad espiritual de María sobre todos los creyentes, a quienes el discípulo fiel está simbolizando. Entonces todo miembro de la Iglesia tiene como madre espiritual a María. Por otro lado, María Madre es la figura de la Madre Iglesia. “Una y otra aman, creen, esperan, engendran y nacen del sufrimiento…”. La Madre Iglesia tiene como prototipo la maternidad de María. De ahí que a imitación de María, la Iglesia siga su mismo ejemplo amando, esperando y engendrando como la mujer humilde de Nazaret.
Charles Journet nos ilustra diciendo que: “La virgen por sí sola es la Iglesia más que toda la Iglesia misma…en ella se encuentra condensada toda la gracia colectiva de toda la Iglesia: la gracia del tiempo de la Encarnación y la gracia de la Redención”. En otras palabras, se diría que Ella es el tesoro inabarcable de los que conforman la Iglesia, ésta a través del curso histórico ha ido irradiando esa misma gran riqueza de gracia.
De otra manera, Jean Lafrance nos habla de María desde el punto de vista trinitario, es decir, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Dice que: “Jesús asocia a María en su papel de esposa, como desposará a la Iglesia para que se convierta en la Madre de todos los hijos adoptivos del Padre…María Madre y esposa del hijo por el poder del Espíritu Santo y también del género humano”. Al igual que María, la Iglesia es esposa de Cristo. Si María gracias al poder de Dios por intervención del Espíritu Santo tiene a Jesús, la Iglesia se une por mediación del Espíritu Santo con Jesús su esposo. A la ves que los hace partícipes de su divinidad y los une en la comunión de hermanos.
En la Catequesis del Papa Juan Pablo II (el 23 de abril de 1997), dice que
según la tradición, la virgen María reconoce a Juan como hijo suyo, y desde el principio ese privilegio es interpretado por la Iglesia como signo de la maternidad espiritual de María a toda persona humana... la figura de la mujer se rehabilita en la maternidad de María, quienes tienen la responsabilidad de dar a conocer entre las mujeres y hombres la nueva vida de Jesús.
según la tradición, la virgen María reconoce a Juan como hijo suyo, y desde el principio ese privilegio es interpretado por la Iglesia como signo de la maternidad espiritual de María a toda persona humana... la figura de la mujer se rehabilita en la maternidad de María, quienes tienen la responsabilidad de dar a conocer entre las mujeres y hombres la nueva vida de Jesús.
En conclusión, ante la escena de Jesús crucificado, en la que María y Juan están al pie de la cruz, Él les dijo estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu Madre”. Por un lado, connota María como Madre y Esposa de Cristo que serán rasgos que apropiará la Iglesia en la media en que se asemeje a la sencilla mujer de Nazaret. Por otro lado, en el discípulo quedan representados todos los miembros de la Iglesia como hijos de María. Es decir, la maternidad espiritual de María abraza a todo creyente. Efectivamente da a conocer no sólo el amor que tiene a su Madre, sino a toda su Iglesia en la figura de Juan, ya que en ella se encuentra condesada la Iglesia. Es decir, en la figura del Discípulo queda simbolizada la maternidad espiritual de María hacia toda persona humana.
Tras haber observado por un lado la insignificante fundamentación de María Madre y esposa de Jesús, en la que por mediación del Espíritu Santo la Iglesia participa de estas dimensiones de María, y por otro lado se ve en los grupos marianos del Santuario de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que se da a María gloria desligada al Hijo, a quienes dedicamos este trabajo, para que en ella reconozcan la maternidad de María y así por medio de ella descubran el verdadero amor de Jesús.
Tener a María como Madre de la Iglesia es reconocer el amor extremado de Dios en su Hijo, quien ante el suplicio de la cruz le confiere una nueva misión maternal a María de ser Madre de la humanidad. Ahora bien, el ser parte de la Iglesia significa llevar la marca de esa maternidad. De ahí que toda mujer creyente en Jesús por María debe tener esas mismas actitudes y comportamientos maternales, de manera que la maternidad de María se haga presente en la comunidad eclesial, en la sociedad, en las familias y concretamente en el hogar.
Así mismo el termino “mujer” expresa una realidad sumamente impactante, es decir, María esposa, fiel cumplidora de su compromiso y solicita siempre en la alegría y el dolor del Hijo. Esta dimensión representa para la Iglesia la actitud materna y fiel que le debe al esposo Jesucristo. Esta fidelidad se refleja cuando se es dócil al amor y conducción del Espíritu que está siempre operando en aquella. Ahora bien, cada Grupo Mariano está llamado a ser realidad lo que es María Madre y esposa fiel de Jesús. Entonces esforzarse por impregnar las cualidades propias de María en su vida personal es el gran mérito del hijo e hija que hade ansiar, seguir y alcanzar.
Es más si María es madre de Dios, luego también madre nuestra. Esto quiere decir que todos y todas somos hijos e hijas en el Hijo. Entonces de donde viene esa tendencia de desligar a María de su Hijo. Lo que tenemos que entender es que María participa de la misión redentora de su Hijo, en efecto, no busca su gloria sino la gloria de Dios. Se habla de María en relación al Hijo y no separada de Él. Esto porque lo único que hace María es enseñar que amen y decir que hagan lo que Jesús dice. Por tanto, la devoción a María debe conducir a amar a Jesús.
En suma, María Madre nuestra y esposa de Jesús está expresando lo que la Iglesia tiene que ser en su ser más profundo. Tener a María por madre para actuar como verdaderas madres, de manera que se sea la prolongación de la hermosa mujer de Nazaret. Es más, como somos hijos de María es favorable que andemos como ella anduvo, encarnando la Palabra de Dios en nuestras vidas, guardando y meditando las palabras del Hijo, amando y sirviendo en la bonanza y en la tempestad, es decir, en la alegría y el dolor. Solo así sabremos comprender a María como Madre y esposa, por voluntad del Señor se convierte en camino seguro y fácil por el cual se puede llegar a Cristo.
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