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En el Corazón de María

Mg. César Palomino Castro (docente)

jueves, 26 de mayo de 2011

La encarnación del Verbo

LA ENCARNACIÓN DEL VERBO

¿QUIÉN FUE ATANASIO?

“El Padre de la Ortodoxia”, San Anastasio, es la gran figura de la Iglesia del S. IV. Defendió sin ceder a nada la Divinidad del Verbo Encarnado, por lo que fue llamado “columna de la verdadera Fe”. Nació en el año 295 en Alejandría de Egipto, ciudad que sería su sede episcopal. Allí recibió su formación, tanto literaria como filosófica.
Por su inmensa estima de la vida ascética de los monjes del desierto y por el apoyo y orientación que le prestó, con su persona y con su pluma, mereció ser llamado “heraldo y teólogo del monacato naciente”

El año 319, a los 24 años, fue ordenado diácono por su Obispo, Alejandro, a cuyo servicio se entregó. Le acompañó como Secretario en el Concilio de Nicea. Atanasio, aún siendo un simple diácono, tuvo un influjo decisivo, aunque no espectacular, en las resoluciones del Concilio de Nicea (325)

El gran tema del Concilio fue la afirmación, frente a las sutilezas de herejía arriana, de la Divinidad del Verbo Encarnado, Jesucristo, que constituye el fundamento de la fe cristiana. El arrianismo fue, como lo calificó el escritor francés, Chateaubriand, el “gran asalto de la inteligencia a la naciente fe de los cristianos”. 

Ya en los últimos años de su vida pudo gozar de una vida tranquila hasta su muerte que fue el 2 de mayo del 373 a los 78 años; todo su episcopado se lo pasó defendiendo a la iglesia de los arrianos. 

Su doctrina se resume en los siguientes puntos: la Divinidad no solo es increada, sino ingénita (no engendrada) luego, el Logos – el Hijo de Dios – no podrá ser verdadero Dios. Dice Arrio, sobre, Jesús que fue una de las criaturas de Dios que fue creado de la nada y no de la sustancia divina. Jesucristo, el Verbo hecho hombre, era incapaz de redimir al hombre, privado de la amistad de Dios, por consecuencia del pecado. No había por tanto, encarnación de Dios, ni Redención del hombre. Esta doctrina era un producto típico del “racionalismo teológico”. Era la teoría del subordinacionismo llevado al extremo. En su Cristología proclama al Verbo Divino en tres ámbitos:

Eternamente unido al Padre.

Gobierna al mundo que ha creado con el Logos.

Vino en el tiempo oportuno.

Su importancia es universal pero es evidente que tomó un cuerpo de un hombre, individual, lo santificó, realizó milagros a través de él y lo ofreció en sacrificio.

ANTECEDENTES DE LA ENCARNACIÓN
Creación y caída del hombre.

Dios ha creado a través del Verbo todo el universo. Él dio el ser a las cosas de la nada. La creación del mundo y la formación de universo no surgieron espontáneamente y por azar (como los Epicúreos), sino que nos señala que una causa precedió a su creación, a partir de la cual es posible pensar que fue Dios quien ordenó y creó el universo. Como dice por medio de Moisés: “En un principio creó Dios el cielo y la tierra”

Dios es bueno, o mejor aún, es la fuente de toda bondad, y creo todos los seres de la nada mediante nuestro Señor Jesucristo, su propio Verbo. Entre estos seres, de todos los que existían sobre la tierra, tuvo especial piedad del género humano, viéndolo incapaz, según la ley de su propia naturaleza, de subsistir siempre, le concedió una gracia añadida: no se contentó con crear a los hombres, como con la tierra, sino que los creó a su imagen, haciéndoles partícipes del poder de su propio Verbo.

En la caída del hombre, podemos situarnos primeramente, y como referencia para esto el relato de Génesis 3; 1ss, que se muestra bien claro la caída del hombre, la falta y la desobediencia que tuvo al faltar al mandato de Dios A ello viene lo contrario podríamos decirlo así, la parte de la participación de Cristo, la promesa del Salvador, la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II nos da en cierta manera esa promesa del Salvador cuando nos dice: “Dios queriendo abrir el camino de la salvación con la promesa de la redención, envió a su Hijo, Al verbo eterno, que ilumina a todos los hombres para que vivieran entre ellos y les manifestara la intimidad con Dios”. (n. 4) Y una vez cumplida la promesa esta la verdadera garantía de la gracia del Verbo para obtener así la vida eterna. 

LA REVELACIÓN DE LA DIVINIDAD DEL VERBO 
El verbo vino por nosotros para salvarnos de nuestros pecados. Nosotros fuimos la causa de su encarnación y por nuestra salvación tuvo compasión de nacer y aparecer en un cuerpo humano. El hombre no permaneció como había nacido; es así que la muerte empezó a gobernar a los hombres, pues no hicieron caso al mandato, por ello les fue devuelto su naturaleza, de la misma manera que habían pasado de la nada al ser, era razonable que sufrieran con el tiempo la corrupción consecuente a su no existencia. Pues, el hombre es, por naturaleza, mortal, puesto que nació de la nada. Sin embargo, a pesar de nuestro actuar, la permanencia del hombre en el error, Dios nos garantizó una vida divina por la gracia del Verbo. Puesto que se entendiese como una despreocupación, por parte de Dios dejar al hombre perecer y no la bondad que lo caracteriza. Es así que el Verbo que había creado las cosas y que estas cayeron en la corrupción solo Él era capaz de recrear el universo y padecer por nosotros.

El Verbo se hizo hombre y murió por nosotros como ofrenda al Padre. Murió para que con su resurrección todos se apartaran de la corrupción. El Hijo tomó cuerpo humano y como era incorruptible revistió de incorruptibilidad a los hombres. Es así que el Verbo tiene lugar en el hombre más no la muerte. Esta gran obra convenía a la bondad de Dios, ya que es absolutamente bueno y no descuidó la estirpe de los hombres que Él había creado y que se encaminaba a la corrupción.
LA REVELACIÓN DE LA DIVINIDAD DEL VERBO MEDIANTE MILAGROS.
Jesús es el Verbo. Él es quien ordena y extiende su providencia hacia todo y en todo el universo, dando vida igualmente a todos, pero solamente en su Padre él está completo en todos los aspectos. De la misma manera también, al estar en el cuerpo humano y darle vida, daba vida igualmente a todas las cosas y a la vez nacía en todos y estaba fuera de todos.

El Verbo de Dios era capaz de actuar sobre el hombre, ya que no estaba atado al cuerpo, sino más bien lo dominaba, de tal manera que estaba en él y en cada ser Y esto era lo maravilloso, que a la vez vivía como un hombre y daba vida como Verbo al Universo y como Hijo estaba con el Padre. Por esta razón, la Virgen no sufrió al darle a luz, ni fue contaminado cuando estaba en el cuerpo, sino que él santificó el cuerpo.



Siendo como es invisible, se hace conocer mediante las obras de la creación; así, hecho hombre y no visible en un cuerpo, podría hacer conocer mediante sus obras que no es un hombre, sino la Potencia de Dios y su Verbo quien las opera. Las obras que lo daban a conocer como Hijo de Dios fueron: era capaz de dominar a los demonios y ahuyentarlos; curaba enfermedades, purificaba a los leprosos, hacía andar a los cojos, abría los oídos de los sordos, daba la vista a los ciegos. Todo esto era obra divina y evidencia que es el Señor. Nació solamente de una virgen, sin el concurso de un varón, transformó el agua en vino. Caminó sobre el mar y se paseó por él como por tierra. Dio de comer a tanta gente con poco alimento. No hay duda alguna que domina el universo. Los milagros realizados por Jesús por medio de su cuerpo tienen como finalidad que el hombre reconociera su divinidad y su providencia universal, sobre todo que de esa forma daba a conocer la compasión del padre por cada uno de sus hijos



LA RESURRECCIÓN DE CRISTO Y EL DON DE LA INCORRUPTIBILIDAD.



Jesús no permaneció invisible en la cruz. Quiso que vieran y den testimonio de ello. Su cuerpo no esperó mucho tiempo, sino que, habiéndose contentado con mostrarlo muerto después de su unión con la muerte, lo ha resucitado al tercer día. Si resucitaba inmediatamente se habría podido decir que no había muerto del todo y que la muerte no le había alcanzado por completo. Desde que el Salvador ha resucitado su cuerpo, la muerte ya no es temible; todos los que creen en Cristo arrojan a la muerte a los pies como si fuera nada y prefieren morir antes que negar de la fe de Cristo. Saben que al morir no perecen, sino que viven, y que la resurrección les volverá incorruptibles. Ya en su resurrección nos dice, que si él no habría resucitado de entre los muertos, entonces la fe cristiana no tendría validez, siendo que Jesús mismo declaró que resucitaría de entre los muertos al tercer día. Ya en los Evangelios nos corroboran sobre este hecho que para nosotros los cristianos debe ser importante y no debemos ante todo dejarlo a un lado, ya en Juan 2; 19-21 : “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré, Juan 10; 17 “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida para volverla a tomar, y así varios testimonios que nos dan fe de Cristo ha resucitado, aunque los judíos apunten lo contrario a la fe.

INFLUENCIAS EN NUESTRA VIDA
La obra de san Atanasio es importante, ya que nos enseña sobre la divinidad del Verbo del Padre, sobre su providencia y su poder universal: que el buen Padre ordena el universo por medio de Él y que el universo es movido por Él y en Él recibe la vida por su entrega por su salvación a una muerte y una muerte de cruz.

San Atanasio en su obra nos hace un llamamiento al final de su obra a un estudio de las sagradas Escrituras y a la vida recta, con un alma pura y virtuosa como Cristo. 

San Atanasio nos dirige un mensaje sublime a nosotros, los hombres de finales de siglo XXI a ser fuertes en la fe y coherentes en la práctica de la vida cristiana incluso a costa de graves sacrificios. 

El Verbo nació de una virgen; empezó a reinar y vencer a los enemigos Solo él era capaz de curar, resucitar, de hacer que un cojo caminase y que un ciego recuperara la vista. Murió en la cruz. Es el Santo de los santos. Todas estas señales evidencian que Jesús es el Verbo de Dios y que vino para que todos tengamos una vida inmortal y la tengamos en abundancia.

Fuentes bibliográficas:

SAN ATANASIO. La Encarnación de Verbo. Editorial Cuidad Nueva, Madrid- España, 1989, Págs. 113.

Sagrada Biblia.
www.statveritas.com 

Documentos completos del Concilio Vaticano II. Declaración Dogmática “Dei Verbum”.

Bernardino, Ángelo. Diccionario Patrístico y de la antigüedad Cristiana, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1991, Pág. 260-264. 
Autores: "Los Discípulos del encarnado"

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