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Bienvenidos, amigas y amigos que buscan caminos en la Teología... este blog propondrá opiniones, y métodos teológicos desde diversos enfoques carismas y experiencias particulares que podrían iluminar nuestro trabajo teológico. Estas reflexiones provienen de jóvenes religios@s y laicos que se encuentran en camino de formación, en estudios en el Instituto Superior de Estudios Teológicos "Juan XXIII" de Lima, Perú.

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En el Corazón de María

Mg. César Palomino Castro (docente)

jueves, 26 de mayo de 2011

ALABANZAS AL DIOS ALTÍSIMO Y BENDICIÓN AL HERMANO LEÓN

«El bienaventurado Francisco, dos años antes de su muerte, hizo una cuaresma en el monte Alverna, en honor de la bienaventurada Virgen, Madre de Dios, y del bienaventurado Miguel Arcángel, desde la fiesta de la Asunción de Santa María Virgen hasta la fiesta de San Miguel de septiembre. Y se posó sobre él la mano del Señor. Después de la visión y de la alocución del Serafín y de la impresión de las llagas de Cristo en su cuerpo, compuso estas Alabanzas, escritas en el otro lado del papel, y las escribió de su propia mano, dando gracias a Dios por el beneficio que le había concedido».
ALABANZAS AL DIOS ALTISIMO.
Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas (Sal 76,15).
Tú eres fuerte, tú eres grande (cf. Sal 85,10), tú eres altísimo, tú eres rey omnipotente, tú, Padre santo (Jn 17,11), rey del cielo y de la tierra (cf. Mt 11,25).
Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses (cf. Sal 135,2), tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero (cf. 1 Tes 1,9).
Tú eres amor, caridad; tú eres sabiduría, tú eres humildad, tú eres paciencia (Sal 70,5), tú eres belleza, tú eres mansedumbre, tú eres seguridad, tú eres quietud, tú eres gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría, tú eres justicia, tú eres templanza, tú eres toda nuestra riqueza a satisfacción.
Tú eres belleza, tú eres mansedumbre; tú eres protector (Sal 30,5), tú eres custodio y defensor nuestro; tú eres fortaleza (cf. Sal 42,2), tú eres refrigerio.
Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra, tú eres caridad nuestra, tú eres toda dulzura nuestra, tú eres vida eterna nuestra: Grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador.
BENDICIÓN AL HERMANO LEÓN.
El Señor te bendiga y te guarde;
te muestre su faz y tenga misericordia de ti.
Vuelva su rostro a ti y te dé la paz (Núm 6,24-26).
El Señor te bendiga, hermano León (cf. Núm 6,27b).
«El bienaventurado Francisco escribió de su propia mano esta bendición a mí, fray León».
Los textos que a continuación se han escogido forman una unidad en el espacio donde fueron redactados. En un trozo de pergamino san Francisco de Asís escribe después de su encuentro con Dios, que le ha marcado en su cuerpo las señales de la Pasión, unas alabanzas nacidas de su comunión con él. Y en el reverso, dedica al hermano León, que probablemente pasaba por un momento de desolación y turbación una bendición para su vida.
Si este texto tuviera sólo la primera parte, es decir, las Alabanzas al Dios altísimo, sería un tratado más de teología de algún maestro medieval por la hondura teológica y la precisión cómo han sido engarzados los textos que se escogen.
Francisco de Asís fiel a su conocimiento de la Escritura escoge fragmento sencillos de diversas partes de la Escritura y compone el texto mencionado como una “eucaristía” que brota del gran amor que le tiene a Dios que lo ha marcado con las señales del crucificado.
Ante tal señal, Francisco no tiene otra cosa que hacer, sino elevar su ser en alabanzas a Aquél que lo “ha amado hasta el extremo…”. Sin embargo, sabe Francisco que una religión sólo de alabanzas a Dios podría convertirse en una simple sugestión mental, por eso, el reverso de estas alabanzas contienen la otra dimensión de la religión que el santo vivió y predicó: el hermano concreto, Fr. León.
Así este texto es la mejor síntesis de lo que es la religión: la alabanza a Dios y la compasión por el hermano que sufre, síntesis perfecta del mandamiento de Jesús y de la religión de todos los tiempos.
Desde la originalidad de su composición, el documento manifiesta la doble vertiente del Mandamiento. No hay culto a Dios sin preocupación por el prójimo; no hay alabanza verdadera sin caridad por el que sufre. No era propio de la época de Francisco de Asís sentir tal conmiseración por el prójimo, a pesar que el mandamiento es de antiguo. Y menos aún, pensar que el culto a Dios quedaba vacío si no se miraba al que estaba a nuestro lado.
Se nos ofrece un bello ejemplo de cómo debe encaminarse nuestra cristiana ahora y en todo tiempo; el modo de cómo debe actualizarse la verdadera fraternidad mostrada por Cristo que amaba a Dios y a su signo más palpable: el ser humano concreto.
No puede haber culto verdadero al Dios de los cielos cuando uno olvida de lleno al prójimo de la tierra. La religión de todos los tiempos, desde Cristo hasta ahora, pasa por el filtro del hermano, del que vive a nuestro a lado. Ambos, el prójimo y Dios, son el todo de la vida del creyente. Beneficiar a uno con desmedro de otro puede convertir nuestro culto en algo vacío.
Manuel Castro Robles

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