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Bienvenidos, amigas y amigos que buscan caminos en la Teología... este blog propondrá opiniones, y métodos teológicos desde diversos enfoques carismas y experiencias particulares que podrían iluminar nuestro trabajo teológico. Estas reflexiones provienen de jóvenes religios@s y laicos que se encuentran en camino de formación, en estudios en el Instituto Superior de Estudios Teológicos "Juan XXIII" de Lima, Perú.

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En el Corazón de María

Mg. César Palomino Castro (docente)

jueves, 26 de mayo de 2011

El cántico de las criaturas

EL CÁNTICO DE LAS CRIATURAS

Altísimo, omnipotente, buen Señor; tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, corresponden
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
el cual es día y por el cual nos alumbras
y es bello y radiante con gran esplendor:
de ti, altísimo, lleva significación.
Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas:
en el cielo las has formado luminosas, y preciosas, y bellas.
Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el are, y el nublado, y el sereno, y todo tiempo,
por el cual a todas tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
la cual es útil, y humilde, y preciosa, y casta.
Loado seas mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche:
y él es bello, y alegre, y robusto, y fuerte.
Loado seas, mi Señor, por nuestra la hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y nos gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor
y soportan enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que la sufren en paz,
Pues por ti, Altísimo, coronados serán.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueren en pecado mortal!
Bienaventurados aquellos a quienes encontrará
en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor
Y dadle gracias y servidle con gran humildad.
-AUTOR: San Francisco de Asís
-GÉNERO: Poema.
La presente obra de San Francisco, considerado uno de los poemas más antiguos de la lengua italiana, fue compuesta  el año 1226. Fue escrita en italiano umbro,  lengua   vulgar  italiana  propio  de su tiempo. El cantico de las criaturas esta desarrollado básicamente en un lenguaje  simbólico  en su totalidad.
La división estructural le podemos dividir de la siguiente manera: una introducción, tres secciones  centrales y una conclusión.
*Introducción: I-Exaltación de Dios  vv.1-2
a.       Criaturas de lo alto II-el sol        vv.3-4
Criaturas de la tierra III-la luna y las estrellas    v.5
b.      Criaturas de la tierra  IV- el viento       v.6
                                      V- el agua          v.7
                                      VI- el fuego        v.8
                                      VII- la tierra        v.9
c.       El  hombre                  VIII-la paz            vv.10-11
                                       IX- la muerte      vv-12-13
*Conclusión.                                X- Recopilación    v.14
Se  dice, que  Francisco escribió este texto, casi  en la fase final de  su vida. (1226),  prácticamente, a las puertas de la muerte; enfermo  y adolorido, triste y angustiado. Pero a las vez, celebrando y gozando, viviendo y cantando, de ante mano, el gran encuentro con el Padre, el Dios altísimo y omnipotente, que tantas veces cantó en su interior. Además,  debemos hacer mención  el conflicto que protagonizaron el obispo  y el podestá  de la ciudad  de  Asís, que motivaron la composición del estribillo sobre la paz  que debía reinar en la vida de los creyentes.
San Francisco, al momento de escribir este bello cántico, estaba lleno de espiritualidad que rebosaba su ser. Este gran regalo del Padre tenía que ser agradecido. Y qué única forma de cantar las grandezas del Dios amor.
Aquí él nos remite al gran amor que Dios nos tiene por medio de la creación, de las criaturas que nos rodean, en sí toda la creación que nos muestra la gran omnipotencia y bondad del Señor, y que nosotros también estamos llamados a alabarle.
Francisco tuvo frente a la naturaleza una actitud cautivante y destacada. Su sensibilidad lo hacía vibrar de gozo y alegría ante el paisaje de las montañas, valles, ríos y ante la belleza de las flores, los animales y los seres inanimados. Donde los demás seguían de largo él se detenía a contemplar, en lo hondo, una huella del amor del Padre. Respetaba y amaba a los reptiles, aves y demás criaturas sensibles e insensibles.
Sufría intensamente al ver talar árboles o cortar flores. Por ello enseñó a obtener leña sin cortar todo el árbol para que brotara nuevamente; a dejar espacio en la huerta para el barbecho, permitiendo el libre crecimiento de hierbas y flores silvestres. Trataba con delicadeza a los animales, recogía del camino a los gusanillos y los colocaba donde no corrieran peligro de ser pisados; ponía vino y miel junto a las colmenas para que las abejas no murieran de hambre durante el invierno; tenía predilección por los corderos -a los que acariciaba tiernamente- y los pájaros. Para él la naturaleza era motivo de alegría, encuentro fraternal y acercamiento a Dios, no objeto útil ni campo permitido para la ambición incontrolada. Sentía que los prodigios cotidianos no cesaban ni en la noche. El sol, la luna, las estrellas, las plantas, los animales y el paisaje eran testigos de ello.
 Ya que Dios nos hizo co-participes de la creación, nos hizo responsables de ella. Nos la encargó para cuidarla no para explotarla, no para verla como uso comercial, ni para nuestra propia conveniencia ya que ella tiene vida, y es por decirlo así como un niño que hay que cuidar y proteger.
A sus contemporáneos les quiere explicar que es posible llenarnos del amor de Dios contemplando la naturaleza, que cada criatura es nuestra hermana y hermano y que no tenemos el mínimo derecho de ocasionarle daño.
Que es posible un diálogo con ella, sólo tenemos que dejarnos seducir por ella, ya que la creación en sí no es mala ya que nosotros los seres humanos formamos parte de ella, hermanarnos con ella, y también reconciliarnos con ella.
Dos años después de celebrarse el 750 aniversario de la muerte de Francisco, el Papa Juan Pablo II, el 29 de noviembre del año del Señor 1979, declara, en Bula “Inter Sanctos”, a San Francisco de Asís “Celestial patrono de los ecologistas”.
Los pueblos y las civilizaciones necesitan de modelos. La fe de Francisco en el origen común de las cosas puede dar mucha luz y servir de guía en las relaciones con el cosmos. Su concepción del mundo, el respeto y la alta significación que daba a las criaturas, lo hacen un extraordinario hombre que se anticipó a los problemas ambientales de nuestra época.
Los especialistas dicen que una concepción realista del medio ambiente le asigna al hombre la tarea de administrar con inteligencia los bienes de la tierra, para lo cual se hace indispensable la investigación científica, la tecnología y la intervención activa del hombre. Hoy a nada de esto se negaría Francisco, aunque estaría con la Iglesia en condenar toda manipulación indebida y todo antropocentrismo unitario, egoísta y posesivo. Se opondría asimismo a la degradación de la biósfera y a ciertas prácticas escandalosas y absurdas como la masacre sistemáticas de animales, tala temeraria de bosques, la contaminación progresiva de la atmósfera y de las aguas.
El medio ambiente en que vivimos es un don de Dios para todos y su uso representa una responsabilidad. La naturaleza es expresión de un proyecto de amor por parte de Dios a la humanidad, por lo tanto, nuestro compromiso con lo creado debe ser el reflejo de un ser que corresponde a ese amor que Dios nos tiene. Como cristianos, estamos llamados a descubrirnos criaturas de un solo Dios. La naturaleza y nosotros fuimos creados, en consecuencia, somos hijos y hermanos de un mismo Padre.
Esta dimensión fraterna de la naturaleza, la supo descubrir perfectamente San Francisco de Asís. En el itinerario de su vida, llamaba a todas las criaturas hermano y hermana. Trataba a la naturaleza con sumo respeto y veneración, y estaba totalmente convencido de ser parte de una creación que aclama a un solo Dios ¡Abbá-Padre¡ Es el pan-en-teísmo, como enfatiza Leonardo Boff, que reclama la relación entre Dios y su criatura, todo no es Dios pero Dios está en todo. Esto nos permite abrazar el universo con sumo afecto porque abrazamos al propio Dios.
En la actualidad se hace necesario redescubrir la figura del Pobrecillo de Asís. La carrera armamentista y nuclear, la contaminación ambiental, la explotación desmedida de los recursos naturales y el libre mercado, hacen de la naturaleza un simple depósito inanimado de recursos. Aquella que está puesta para la sola satisfacción de la voracidad del hombre. De muchas maneras se puede faltar el respeto a la creación, pero el más ofensivo es la explotación irracional y abusiva de ella. Si el hombre no logra parar aquella depravación interior, el impacto ecológico interno que el mismo se lo está produciendo, difícilmente podrá lograr una armonía con la ecología exterior.
La originalidad san Francisco reside, justamente, en el hecho de haber conseguido esta síntesis feliz entre ecología interior y ecología exterior, punto de origen de una fascinante mística cósmica.
El hombre, sin lugar a dudas, está autorizado para extraer de la tierra lo necesario para subsistir, desarrollar su personalidad y cumplir sus fines. Pero una cosa es cultivar la tierra, otra destruir el suelo; una cosa es cortar árboles; otra devastar y desmantelar indiscriminadamente los bosques.
A este nivel de vida y de conocimiento se debe considerar no solo la justicia social, que establece relaciones entre las personas, sino también la justicia social que implica relaciones equitativas entre seres humanos, otras criaturas y la misma tierra. La creación se entiende actualmente como un conjunto de seres en relación, no aislados sino en constante comunicación, como dirá Husserl.
Todos, pues, debemos unirnos para conservar y defender nuestro planeta, que es el hogar que Dios nos ha regalado. Destruir la naturaleza es un crimen y una gravísima falta de caridad para las generaciones futuras.

Ronald Nieves Mendoza
Antonio Fernández Carrillo
Benedicto Aimani Inuma
José Alan Vargas
              
           

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